España tiene en sus paisajes, su clima y su infraestructura turística una combinación privilegiada para liderar el turismo deportivo en Europa. Desde el golf hasta el ciclismo, pasando por el pádel, la náutica o el trail running, pocos países pueden presumir de una oferta tan variada, activa todo el año y capaz de atraer tanto al aficionado ocasional como al deportista profesional. Un capital natural y estructural que necesita una apuesta estratégica decidida para convertirse en motor económico, social y de posicionamiento internacional.
Un buen ejemplo lo tenemos en Girona, que se ha consolidado como uno de los grandes destinos del ciclismo de carretera. Los profesionales lo describen como la “tormenta perfecta”: carreteras en buen estado, clima suave, paisajes variados y una escena local vibrante, con negocios dedicados al sector bici, cafés y alojamientos especializados. Es cierto, para ser justos, que todo este éxito ha despertado también retos de sostenibilidad, gentrificación y convivencia que exigen un enfoque de turismo responsable, pero eso no quita, ni mucho menos, que ese turismo deportivo haya generado miles de oportunidades para el comercio local, las marcas y, evidentemente, la ciudad.
Otro caso emblemático es el del golf. Desde hace décadas, el mediterráneo español y, especialmente, la costa del sol, atraen a miles de golfistas internacionales cada año, transformando sus costas en un eje económico potente. Resorts de cinco estrellas, infraestructuras de primera y clima benigno se combinan con oferta gastronómica, playas y ocio, creando un binomio deportivo-turístico que genera innovación, empleo y visibilidad de marca. El golf no solo deja millones en las comarcas, sino que ha servido de inspiración para replicar ese modelo en otros deportes.
¿Se puede replicar el ejemplo del ciclismo o del golf en otros deportes? Si, sin duda. En muchos. Seguramente con mucho trabajo y con un enfoque diferente (por la tipología del consumidor), pero es más que evidente que hay muchas modalidades con las que se podría atraer a miles y miles de turistas. ¿Un ejemplo? Pues probablemente una buena opción sería el pádel. Menos elitista que el golf, pero con una base de practicantes enorme en muchos mercados (más que golfistas, seguro), y una estructura ya asentada en España, el pádel posee un potencial gigante para convertirse en un producto turístico potente: clubes espectaculares en entornos igual de espectaculares, torneos, turismo experiencial en la zona, servicios complementarios… El potencial es enorme. Y ya hay quien lleva tiempo aprovechándolo.
El impulso que lleva unos años haciendo Spain is Sport no es, ni mucho menos una casualidad; es fruto de un firme convencimiento de que con el turismo el deporte, y su industria, puede ganar mucho. Y tampoco es casual el protagonismo que está ganando todo este universo en las grandes ferias de turismo. Y Fitur Sports es, sin duda, el mejor ejemplo. Hay muchas oportunidades y, lo que toca ahora, es aprovecharlas. Ver ese potencial y apostar fuerte por ello.
El turismo siempre ha sido una de las grandes fuentes de ingresos de nuestro país y todas las administraciones han hecho -y hacen- un trabajo espectacular en muchos aspectos, pero en lo que respecta al turismo deportivo, el margen de crecimiento es muy amplio y requiere una acción decidida por parte de la administración, pero, también, por parte de la industria, que tiene mucho que ganar (y muy poco que perder). El impulso que lleva unos años haciendo Spain is Sport no es, ni mucho menos una casualidad; es fruto de un firme convencimiento de que con el turismo el deporte, y su industria, puede ganar mucho. Y tampoco es casual el protagonismo que está ganando todo este universo en las grandes ferias de turismo. Y Fitur Sports es, sin duda, el mejor ejemplo. Hay muchas oportunidades y, lo que toca ahora, es aprovecharlas. Ver ese potencial y apostar fuerte por ello.
El impacto del turismo deportivo va más allá del simple gasto del visitante. Representa una oportunidad sin precedentes para marcas y empresas de servicios. Las primeras pueden ganar visibilidad —e incluso fidelizar a un consumidor premium—; las segundas pueden crear experiencias integrales: alquiler de material, guías, transporte, restauración, alojamientos temáticos… Estamos hablando de un ecosistema de valor añadido con un margen de recorrido brutal. Eso sí, para que este potencial se materialice, y lo haga de manera sostenible, es imprescindible un enfoque estratégico que incluya unas políticas adecuadas en aspectos tan importantes como la gestión de infraestructuras, el apoyo a quienes, desde lo público o lo privado apuestan por el turismo deportivo, el fomento de eventos de calidad y, sobre todo, una comunicación internacional potente. Por mucho potencial que uno tenga en casa, si no lo comunicas al mundo, no sirve de nada.
En definitiva, reforzar la apuesta por el turismo deportivo es una decisión inteligente para España. Significa aprovechar el patrimonio natural, dinamizar economías locales, posicionarse como referencia global y apoyar la innovación empresarial. Pero exige planificación, visión a largo plazo y compromiso. Un futuro en que el deporte y el turismo caminen juntos es un futuro próspero, equilibrado y sostenible para nuestro país. Y tenemos industria, se sobras, para dar respuesta a ese futuro…
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