Opinión: Cuestión de intereses

Redacción - Tradesport18/05/2023
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Que con las crisis los grandes se hacen más grandes es una obviedad. Como también lo es que, en ese contexto, los pequeños se hacen más pequeños. O desaparecen. Es la ley del más fuerte.

En estas últimas semanas hemos publicado, en nuestra web o en esta revista, varias noticias sobre cierres de tiendas históricas. Tiendas con más de 20 o 30 a sus espaldas que, ahora, se veían obligadas a cerrar definitivamente la persiana. Habían aguantado con mucha dignidad el revés de la pandemia, aprovechando, incluso, para conseguir un último empujón, pero, al final, sin la inercia del postencierro, no han podido aguantar. Y sí, puede que en estos cierres haya tenido mucho que ver que no haya quien quiera continuar el negocio -ese es otro tema que debería hacernos reflexionar- pero también ha tenido que ver, y mucho, la presión que hacen los grandes. Una presión que va mucho más allá del hecho de que monopolicen las ventas.

Caminamos hacia un modelo donde cada vez menos empresas tendrán más control del mercado. Y sobre el mercado. Y es un modelo que, evidentemente, solo beneficia a los grandes.

Porque el problema, en la base, no es que los grandes vendan cada día más y, por lo tanto, acaben comiéndose el poco pastel que les quedaba a los pequeños. El gran problema es que esos grandes condicionan, y mucho, el tejido comercial de las grandes -y no tan grandes- ciudades. Porque el modelo comercial se ha transformado radicalmente para adaptarse a este crecimiento de las grandes, construyendo un mapa de zonas calientes donde ya ni siquiera las segundas y terceras líneas comerciales tienen atractivo. Y donde obviamente el comercio de barrio está herido de muerte.

Las grandes ciudades de nuestro país -exactamente igual que pasa en otros muchos países-, han dirigido el tráfico comercial hacia dos grandes ejes: el centro y la periferia. En el primero se concentran, con grandes tiendas, las pocas cadenas que se pueden permitir el lujo de pagar los abusivos alquileres que se piden; y en el segundo, y bajo el paraguas de grandes centros comerciales, encontramos esas mismas cadenas y otras muchas -la mayoría también grandes- cuya expansión, casi siempre, se da a través de estos centros comerciales (o en sus alrededores).

Y si, evidentemente que en las grandes ciudades hay otras zonas comerciales (no muchas, pero las hay) con un tráfico bastante aceptable y con una oferta suficientemente atractiva para que así sea, pero incluso en estas “otras” zonas, cada vez hay más cierres porque las ventas han caído y los alquileres se han disparado. Porque las ventas se están redirigiendo hacia otro sitio.

En el lado opuesto, el comercio de barrio, elogiado hace apenas 3 años cuando nos encerraron, y ahora, de nuevo, en el olvido. Como los aplausos a los sanitarios. Tipical spanish lo de dar un valor efímero a las cosas. Lo de creerse el rollo de que las cosas iban a cambiar con la pandemia y todos saldríamos siendo mejores. Patrañas. Hemos salido peor. Más egoístas, más cerrados, menos empáticos. Y lo del barrio fue bonito, sí, pero lo justo. Que mola más comprar en las grandes cadenas. Y es más barato. O en Amazon, que nos lo traen a casa. Y a la pequeña tienda de barrio, pues nada, suerte. A veces compramos algo, para autoconvencernos del rollo del comercio de proximidad, pero nada, migajas. Y cada día cierran más. Y muchas de ellas, de nuestro sector. Y con muchos años de historia. Pero nos da igual. La culpa es suya porque no se han digitalizado. O porque su oferta es obsoleta. Como si eso fuera culpa suya. Como si fuera tan fácil adaptarse a los cambios. Maldita ley del más fuerte.

A la pequeña tienda de barrio, poco más que desearle suertre. A veces compramos algo, para autoconvencernos del rollo del comercio de proximidad, pero nada, migajas. Y cada día cierran más. Y muchas de ellas, de nuestro sector. Y con muchos años de historia.



¿Y de quién es la culpa de todo esto? Pues habría que señalar hacia varios sitios, pero probablemente, o esa es mi sensación, quienes más miradas centrarían serían las administraciones. Todas, desde el gobierno central hasta el autonómico, pasando, evidentemente, por los ayuntamientos. Son ellos, con mayor o menos peso en las decisiones finales, quienes tienen la capacidad de definir ese tejido comercial; quienes pueden limitar los precios del alquiler; quienes pueden proponer nuevos modelos comerciales que beneficien a los barrios; quienes dan licencias; quienes, con sus decisiones, dirigen al consumidor hacia un sitio u otro… Y no, no se trata de ser más o menos liberal, se trata de defender los intereses de todos, no solo de los más grandes. Entre otras muchas cosas porque estos grandes ya tienen como defenderse. Y como presionar. Y lo hacen.

Caminamos hacia un modelo donde cada vez menos empresas tendrán más control del mercado. Y sobre el mercado. Y es un modelo que, evidentemente, solo beneficia a los grandes. Y a quienes sacan partido de que los grandes sean más grandes.

Por Raul Bernat, redactor jefe

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