Opinión: Mantener el equilibrio, por Jaume Ferrer

Redacción - Tradesport03/03/2023
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Llevamos meses, seguramente años, hablando del gran protagonismo que ha vuelto a ganarse lo atlético. Después de mucho tiempo completamente anulada por la moda, la parte más técnica del deporte ha vuelto a primera línea. Con la crisis de 2008 como principal aliado, y más tarde con la surrealista pandemia mundial, lo atlético ha recuperado gran parte del terreno que perdió cuando el sportwear, bajo la glamurosa etiqueta del lifestyle, se convirtió en el protagonista único del sector. Para marcas y, sobre todo, para tiendas.

Por aquel entonces los índices de práctica deportiva eran, seamos sinceros, ridículos, sobre todo para un país como el nuestro dónde las condiciones para hacer deporte son únicas. A años luz de las cifras de practicantes que tenían nuestros países vecinos, lo de correr, ir en bici o practicar deportes de montaña era una cosa casi residual. Y aunque parezca mentira no hablamos de hace 50 años. Con este entorno puede que fuese hasta cierto punto lógico que las tiendas centrasen su oferta en la moda deportiva. Lo técnico, aun teniendo presencia en tienda -deportes como el fútbol, el baloncesto o el tenis, en esa época, tenían cierta demanda- era secundario en la mayoría de comercios, y encima la demanda de moda deportiva, además de ser buena, iba al alza. Y lo fue todavía más, y de forma explosiva, cuando a mediados de los 90 y, especialmente, al arrancar el siglo XXI, la moda deportiva dio un salto cuantitativo espectacular después de ser “aceptada” por la moda.

Primero con las marcas de gliss catapultándose, y luego con todas las grandes apostando a ciegas por el sportwear, este estilo se impuso en la calle a un ritmo simplemente espectacular. Y al mismo ritmo, lógicamente, se fue imponiendo en la oferta de las tiendas. De prácticamente todas. Y lo técnico, de un segundo plano, paso a un tercero, “provocando”, entre otras muchas cosas, que la especialización empezará a ganar terreno. Fue el principio de un cambio que, durante años, dividió el sector entre dos universos claramente definidos. Y cada vez más distanciados.

Con la crisis de 2008 como principal aliado, y más tarde con la surrealista pandemia mundial, lo atlético ha recuperado gran parte del terreno que perdió cuando el sportwear, bajo la glamurosa etiqueta del lifestyle, se convirtió en el protagonista único del sector.

Pero la crisis cambió las cosas. Y mucho. Y no sólo porque la moda se erigió como uno de los grandes damnificados de los cambios de hábitos de compra de los consumidores, sino, también, o, sobre todo, porque con la crisis esos índices de práctica deportiva empezaron a disparase. Y lo hicieron de la mano de deportes como el bike, algunas modalidades outdoor y, sobre todo, el running. Eran, todos ellos, una forma de ocio asequible y, además, muy saludable. No había dinero para viajar, salir a cenar, comprar caprichos… pero salir en bici o correr era barato. Así que, de la noche a la mañana, lo que antes eran cuatro iluminados que salían a correr por la ciudad se convirtió en una marabunta que llenaba las calles a todas horas. Lo raro, en ese momento, era no correr.

En este contexto es donde lo atlético se hizo fuerte. Determinante en muchas ocasiones. La especialización se consolidó y las grandes cadenas dieron espacios privilegiados a esos deportes atléticos que ganaban adeptos a pasos agigantados. Las ventas no paraban de crecer. Y la oferta, también. Con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva.

Pero las crisis no son eternas, por suerte. Y cuando la situación empezó a estabilizarse, las cosas cambiaron sustancialmente. Porque lo atlético frenó su fuerte crecimiento (lógico) y, también, porque la moda empezó a remontar. En la parte más atlética el mercado se racionalizó. Empezó a dimensionarse con más lógica. La práctica se mantuvo a niveles bastante buenos -sobre todo viniendo de donde veníamos- y eso, obviamente, seguía garantizando un mínimo (más que aceptable) de ventas. Por si fuera poco, empezó a asomar con fuerza un deporte que hasta entonces tenía una etiqueta de elitista -que le pesaba como una losa- pero que en un tiempo relativamente rápido se la quitó y despegó con mucha fuerza. Hablamos del pádel, por supuesto.

Tenemos que aprovechar que, a pesar de estar en un contexto tan revuelto, estamos ante uno de los mejores momentos de las últimas dos décadas, con lo atlético fuerte y consolidado, y con la moda deportiva imponiéndose en la calle.



Y en este contexto, con la moda recuperando terreno, con lo atlético más o menos asentado gracias al empuje del running, el bike, muchas modalidades outdoor (con Trail y senderismo en cabeza) y un pádel convertido en fenómeno social, llegó la pandemia. Y aunque en su arranque muchos se asustaron -un parón no es fácil de gestionar-, enseguida quedó claro que ese contratiempo sería un gran aliado para el deporte. Para la práctica. Y así fue. Y así está siendo todavía. Y lo mejor, visto desde un punto de vista más global, es que en esta crisis lo atlético ha vuelto a dar un salto cuantitativo -en practicantes y ventas- y la moda, a diferencia de otras crisis, apenas ha sufrido.

Con la pandemia superada, y tras un 2022 en el que el sector se ha recuperado de la resaca de la pandemia, arrancamos este 2023 con un equilibrio de poderes entre lo técnico y la moda que nunca se había dado antes. Durante años, prácticamente siempre, la balanza siempre ha estado descaradamente inclinada hacia un lado, pero ahora, con lo técnico estabilizado -a un buen nivel que, todo a punta, se va a mantener- y con la moda deportiva imponiéndose con fuerza, el sector está ante una oportunidad única de crecer y, además, de hacerlo con solidez.

Para variar, todo va a depender de nosotros. De nuestra capacidad para entender estos dos grandes universos y gestionar su evolución entendiendo que, aun siendo muy diferentes, forman parte de un mismo todo. El tiempo nos ha demostrado -y varias veces-, que dejarse llevar por tendencias pasajeras o necesidades particulares no es precisamente bueno y, al final, lo único que conseguimos es cojear. Tenemos que aprovechar, sí o sí, que a pesar de estar en un contexto tan revuelto, saliendo de una pandemia y en una crisis socioeconómica y geopolítica que nos sume en la incertidumbre, estamos en uno de los mejores momentos de las últimas dos décadas, con lo atlético fuerte y consolidado, y con la moda deportiva imponiéndose en la calle.

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