Opinión: el pádel da un paso al frente, por Jaume Ferrer

Redacción - Tradesport28/04/2022
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El pádel vive un momento muy dulce. La práctica se ha disparado exponencialmente, sobre todo en los últimos dos años, y el mercado, poco a poco, se ha ido reordenando, dejando atrás algunos de los problemas que, históricamente, han supuesto un freno para este universo, como el exceso de oferta o determinadas prácticas comerciales. Por si fuera poco, uno de los grandes objetivos que perseguía el pádel en la última década, el de la internacionalización, se está alcanzando. Y a un ritmo que muchos deseábamos, pero pocos preveíamos.

En un contexto tan favorable, ni siquiera el grave conflicto surgido entre jugadores y WPT por la llegada de un nuevo circuito (impulsado por la Federación Internacional de Pádel y el fondo de inversión Qatar Sports Investment) puede empañar las cosas. Es un escollo que hay que superar, lo más pronto posible, intentando que haya los menos daños posibles, pero también es un conflicto que revela, precisamente, el buen momento que atraviesa un deporte que, por fin, está llamando la atención de los medios, de grandes patrocinadores y de grandes grupos de inversión. La querella, que esperemos que se resuelva extrajudicialmente, es un coste que hay que pagar, precisamente, por el buen momento que vive el pádel, sobre todo después de muchos años donde la vertiente más competitiva ha estado monopolizada por una sola compañía privada.

El gran logro del pádel ha sido crecer sin la ayuda de los medios de comunicación. Crecer desde la base, desde la práctica amateur. Crecer sin ayudas externas, “solo” por las propias características que definen, desde el primer día, a este deporte: es accesible, asequible, muy divertido y con un fuerte componente social.

Pero más allá de este conflicto, que poco tiene que ver con la base que, hoy por hoy, sostiene a este deporte (la práctica y los aficionados), es evidente que el pádel ha entrado de lleno en un nuevo paradigma. Un paradigma que, además, está muy definido por dos aspectos.

El primero, el espectacular boom que se ha dado a nivel de práctica, tanto en España primero -se calcula que alrededor de 5 millones de españoles pueden estar jugado al pádel ocasional o habitualmente- como más allá de nuestras fronteras, donde cada día hay más practicantes en mercados donde hace apenas 5 años el pádel era un deporte desconocido. El gran logro del pádel, lo hemos dicho muchas veces, ha sido crecer sin la ayuda de los medios de comunicación tradicionales. Crecer desde la base, desde la práctica amateur. Crecer sin ayudas externas, “solo” por las propias características que definen a este deporte: accesible, asequible, muy divertido y con un fuerte componente social. Y sí, probablemente, a medida que se haga fuerte, se irá convirtiendo, también, en un importante negocio, pero la base, lo que va a sostener durante muchos años a este universo, van a ser sus practicantes. Y el margen de recorrido que, todavía, tiene en este sentido, es simplemente espectacular. Porque seguirá creciendo en España, pero, sobre todo, porque va a pegar un salto cuantitativo espectacular en muchísimos países.

El segundo, tiene que ver con algo tan fundamental como la unión. En estos últimos años el pádel, que históricamente ha ido muy por libre, ha entendido lo importante que es aunar fuerzas y remar hacia una misma dirección. Lo han visto los jugadores y las jugadoras, que han impulsado una Asociación que los representa (PPA en hombres y IPPA en mujeres) y, sobre todo, lo ha visto la industria, que después de algunos intentos fallidos -precisamente por esa tradición de ir por libre- ha conseguido impulsar y consolidar una asociación sólida y, sobre todo, con representatividad.

El éxito del CIP no es casual. Esta iniciativa surgió a petición de la propia industria que, viendo la fuerza que estaba adquiriendo este deporte, entendió que era fundamental disponer de una asociación que fuera capaz de defender sus intereses.

El éxito del Clúster Internacional del Pádel no es casual. Esta iniciativa surgió a petición de la propia industria que, viendo la fuerza que estaba adquiriendo este deporte, entendió que era fundamental disponer de una asociación que fuera capaz de defender sus intereses y definir una hoja de ruta que les ayudará a alcanzar los muchos objetivos comunes que tenían las empresas. En apenas dos años, el CIP se ha consolidado como un actor fundamental en el presente y el futuro del pádel. Y lo ha hecho gracias a la confianza que en él han depositado todas las grandes compañías del universo del pádel, tanto los fabricantes de palas, calzado, textil, pelotas y accesorios como los fabricantes de pistas y los proveedores de servicios. Con esta representatividad, que se va consolidando día a día, el CIP tiene todos los argumentos para erigirse como uno de los grandes motores sectoriales del pádel en los próximos años.

Y es que el futuro del pádel, más allá de conflictos que puedan surgir -y que, insisto, siempre tendrán más que ver con el negocio que con el deporte- es, simplemente, espectacular. Más que el de cualquier otro deporte. Basta con imaginarse hasta donde puede llegar si fuera de nuestras fronteras, aunque sólo sea en algunos mercados clave, crece lo que ha crecido en España…

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